La Kabbalah nos dice que la fuente de energía se llama Luz. Antes del Big Bang, antes de nuestro universo y nuestro planeta, solo existía la Luz. La Luz contiene todo tipo de plenitud posible que alguien pueda desear.
La Luz no es el Creador en Sí; más bien, es la energía que irradia el Creador. Y sólo tiene un deseo: compartir Su esencia continua e infinitamente.
Para compartir Su esencia, necesitaba crear algo que recibiera toda Su beneficencia. Por ende, la Luz creó lo que en la Kabbalah llamamos Kli o vasija. Esa vasija somos nosotros; todas las almas, pasadas y presentes, fueron y son parte de esa vasija con una capacidad infinita de recibir.
El propósito último de la Creación es traer la Divinidad y toda su plenitud para que habite a todo este mundo físico. Por tanto, para la Kabbalah, la evolución del alma a los más altos grados de conciencia solamente opera al entrar en contacto con el desafío de las relaciones en la materialidad y descubrir dentro de sí los atributos de la Luz.
En nuestro mundo físico que es un Mundo Finito y tangible probamos y sentimos todo a través de nuestros cinco sentidos. Esta es la forma en que percibimos e interpretamos la realidad basados en las apariencias que captamos a través de los órganos sensoriales. Sin embargo ninguna de estas herramientas puede captar por sí misma la esencia del Mundo Infinito, el Mundo Espiritual o Mundo Interno.
Pero además de estos cinco sentidos también tenemos otro órgano sensorial denominado “Alma”. Este órgano, que constituye el sexto sentido, es capaz de captar elementos más sutiles que provienen del Mundo Infinito. Sin saber cómo y para qué la persona comienza a darse cuenta que algo interno muy poderoso se activa cuando comienza a mirar dentro de sí. Y aunque el proceso inicia en el interior de la persona, se expresa cuando está en contacto con los demás. Es allí donde se activa ya que el alma se encuentra en un lugar dentro del ser humano donde existe el atributo de dar y compartir, atributo en común con el Creador. La empatía, la compasión y el amor incondicional activan su funcionamiento.
La persona comienza a darse cuenta que algo interno muy poderoso se activa cuando comienza a mirar dentro de sí. El contacto consciente con el ama no sólo nos permite sanar todos nuestros cuerpos (físico-etérico, emocional y mental) sino que nos lleva a nuestro camino de retorno a nuestro centro o Tiferet, a lo que realmente somos: Conciencia de Unidad.
Para quien busca evolucionar, tendrá que darse cuenta que en algún momento se desequilibrará y aceptará esto como parte de un proceso permanente y continuo de reconexión profunda y crecimiento interno. Es justamente la rendición al presente y el reajuste que sea capaz de lograr al observarse en la experiencia concreta lo que le llevará a volver a encontrar el equilibrio interior.
Los cabalistas nos enseñan que existen cinco niveles del alma: Iejidá, Jaiá, Neshamá, Ruaj y Nefesh.
Los niveles más elevados son Iejidá y Jaiá. Los niveles que hoy vamos a investigar y tratar de explicar son los tres niveles más básicos. Nefesh que se refiere a los instintos, Ruaj que tiene que ver con nuestras emociones y Neshamá que es nuestra capacidad de auto-observarnos y discernir, le llamamos también intelecto pero no tiene que ver con ser inteligentes, sino con activar la auto-conciencia.
Para comprender el funcionamiento del alma los cabalistas utilizan la alegoría del carruaje. La carroza es nuestro cuerpo físico. Los caballos son nuestros instintos o Nefesh, el cochero o conductor es quien los lleva hacia un lugar u otro y aquí se encuentran nuestras emociones o Ruaj. Finalmente hay algo que determina el objetivo, el punto a dónde se quiere llegar y eso es lo que llamamos Neshamá. Esto no se ve, se encuentra oculto en el carruaje, en su interior. Se trata del pasajero; nuestra alma en su expresión más elevada en este sistema de funcionamiento básico del alma.
Podemos llegar a nuestro objetivo o destino final a través de dos caminos:
El Camino de la Conciencia, cuando los tres aspectos del alma (pensamiento, emoción y acción) están en armonía, son Unidad con las leyes que rigen la Creación, o La Ley del Amor y Otorgamiento.
El Camino del sufrimiento, cuando piensas de una forma y sientes de otra, tus actos te conducen inevitablemente al sufrimiento. El sufrimiento es en realidad una mala comprensión de las cosas. Culpar a otros o a nosotros mismos no soluciona nada. La pregunta que debemos hacernos cuando surge el sufrimiento es: ¿Qué debo aprender? ¿Cuál es el mensaje codificado en esta situación?
Tu alma diseñó un plan de evolución antes de llegar a este plano físico. Eligió cada encuentro, cada persona y situación que en tu vida aparecen como desafiantes. A esto en Kabbalah se le llama Tikún o corrección del alma y en otro artículo posterior profundizaremos en él.
Toma en cuenta que cada situación es sagrada y ten presente que es tu propia alma quien atrajo las situaciones para poder corregirse de la mejor forma y evolucionar. Es parte del Viaje de retorno al estado de perfección o Gracia. Agradece lo que hoy se presenta en tu vida y mantén la Certeza Absoluta de que esta situación que se presenta está allí para trascenderla y acercarte a la Luz del Creador.
Este es el Juego de la Vida y lo interesante es saber que estamos diseñados para ganarlo y ser felices. Ese el Plan de la Creación.
¡Shalom!
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