Hoy celebramos Shavuot conmemorando la entrega de la Torá en el Monte Sinai ocurrida el sexto día del mes de Siván al concluir la Cuenta del Omer y como una forma de hacerlo queremos compartir la importancia de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Este día se revelan las 50 puertas de Biná abriéndose la conciencia inferior a los mundos superiores, elevamos nuestra Neshamá colectivamente comprendiendo que todos somos Unidad, y que lo que le pasa al otro, también me pasa a mí.
Tenemos que aprovechar este tiempo de cuarentena para preguntarnos ¿Cómo tratamos a los demás? ¿Manifiesto el amor y cuidado al otro cuando me cuido a mí, y manifiesto mi amor y cuidado cuando veo y cuido de los otros?
Rabí Akiva enseñó a la última generación de sus discípulos que en todos los 612 preceptos restantes de la Torá, no hay uno por encima de “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Podríamos decir que con aprender y llevar a nuestras vidas este precepto estamos trayendo el Cielo a la Tierra cada día.
Rabí Akiva fue un erudito nombrado en el Talmud como el “Rosh Ha-Jajamim” que significa la Cabeza de todos los sabios. Akiva vivió a finales del siglo I y principios del siglo II, y se cuenta que era una persona de origen sumamente humilde que llegó a la edad adulta sin saber siquiera leer ni escribir.
Akiva era pastor en las montañas de Yehudá y un día observando a la naturaleza se fijó en una roca al lado de un manantial. Era una roca con un surco muy grande y dedujo que ese hueco se había formado con las gotas del agua. Akiva exclamó:
“Si el agua consigue con la fuerza de la persistencia perforar una roca tan dura, no es eso, acaso, señal de que se puede lograr lo que sea siempre y cuando intentemos lo suficiente? Yo quiero estudiar, pero ya soy un adulto, y mi corazón y mi mente están entumecidos… Sin embargo, por otro lado, si el agua perforó la roca, quizás el estudio de la Torá pueda inundar mi dura cabeza de conocimiento!?”.
De manera que Akiva el pastor, comenzó el estudio de la Torá siendo ya un adulto, con ojos maduros y reflexivos. Sin embargo, su naturaleza era la investigación, se preguntaba cosas que otros daban por sentadas. De manera que se hacía así mismo preguntas de lo más profundas, esta actitud hacia el conocimiento le permitió introducirse a los textos con una mirada fresca y revelar verdades que otros no pudieron ver.
Así fue que estudió la Torá, y por acuerdo con su esposa Rajel se fue dejando su hogar durante veinticuatro años y estudió sin parar hasta convertirse en el sabio Rabí Akiva. Luego de tantos años, Rabí Akiva regresó a su pueblo siendo el líder de la generación y teniendo un séquito de 24.000 alumnos. Rajel vestida con sencillas ropas, salió a recibirle y cayó a sus pies. Entonces los discípulos de Rabí Akiva se apresuraron para quitarla, pero el sabio los detuvo y pronunció una frase que desde entonces se hizo famosa: “Déjenla. Lo mío y lo de ustedes, es de ella”.
Después de haber alcanzado tanta fama y gloria, se presentó una peste entre el período que comprende Pesaj y Shavuot. Esta epidemia exterminó la vida de todos los 24,000 discípulos de Rabí Akiva. Se perdieron muchísimos estudios y manuscritos, una gran pérdida de vidas y un enorme vacío en el conocimiento profundo de la Torá.
El Talmud dice que la razón por la que murieron los 24.000 alumnos fue porque no se respetaban lo suficiente entre ellos. Los discípulos de Rabí Akiva eran la crema y nata en el estudio de la Torá cumplían todas sus obligaciones, pero prestaron poca o nula atención a un precepto, una mitzvá (mandamiento, ordenanza) interpersonal básica que es el mutuo respeto y cuidado al otro.
Sobreponiéndose al profundo dolor ante las pérdidas humanas y del conocimiento que partió con ellos, el gran sabio Rabí Akivá inició nuevamente su trabajo pero ahora sólo concentró sus enseñanzas en cinco alumnos a los cuales ordenó como Rabinos observando con puntual atención “Amar al prójimo como a ti mismo”. Gracias a ellos la Torá tuvo continuidad y no fue olvidada. Ellos son: Rabí Meir, Rabí Yehudá, Rabí Yosí, Rabí Shimón Bar Yojái y Rabí Elazar hijo de Rabí Shimón.
Como vemos hoy día Shavuot es un momento de revelación luego del conteo del Omer pero también es un tiempo de compartir, de dar, de mirar por el otro para que emerja la Luz en las aguas de la Sabiduría de la Torá llenando nuestras vidas de paz, equilibrio y amor mutuo e incondicional.
Shalom!!
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